"Sentí una bocina, así que bajé corriendo las
escaleras y abrí la puerta de un tirón.
Su belleza siempre me impactaba. Describirlo como
algo normal no era sencillo. Su
cabello rojizo teñía el aire de fuego e impregnaba una fragancia que podía
recorrer kilómetros sin perder su esencia. Su piel aterciopelada era más blanca
que la misma nieve, e invitaba a cualquiera a probar su delicadez. Cinco
tatuajes se suspendían en sus brazos y te obligaban a no quitar la vista de
ellos. Mi favorito era aquél de la rosa negra. Era lo bastante tentador como
para quedarse en silencio, tan solo mirándolo, por una hora.
Tenía una voz grave que
entraba por mis oídos y llegaba hasta mi mente, matándola.
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