sábado, 7 de julio de 2012


"Sentí una bocina, así que bajé corriendo las escaleras y abrí la puerta de un tirón.

Su belleza siempre me impactaba. Describirlo como algo normal no era sencillo. Su cabello rojizo teñía el aire de fuego e impregnaba una fragancia que podía recorrer kilómetros sin perder su esencia. Su piel aterciopelada era más blanca que la misma nieve, e invitaba a cualquiera a probar su delicadez. Cinco tatuajes se suspendían en sus brazos y te obligaban a no quitar la vista de ellos. Mi favorito era aquél de la rosa negra. Era lo bastante tentador como para quedarse en silencio, tan solo mirándolo, por una hora.

Tenía una voz grave que entraba por mis oídos y llegaba hasta mi mente, matándola.

Me gustaba y lo amaba en demasía. Era simplemente perfecto. Me condenaba a desearlo aunque lo tuviera".


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