Te miro, y los errores se van. No hay bien o mal, la verdad
está ahí, brillando en tus pupilas. Tus ojos se mueven, se vuelven locos. Miran
hacia mí y luego al piso, sonrojados,
pícaros. Y los míos van de tus labios a
tus pestañas, contemplando esa sonrisa extraña que derrumba hasta las más altas
montañas. Tus órbitas desestabilizan las mías, cada palabra que sale de tu boca
es como un alud de emociones. En mi mente todo se mezcla; pero te quiero. Te
quiero escuchar para siempre, te quiero ver riendo, quiero ver tus ojos reflejando
mi imagen y saber que estás ahí conmigo, y te juro, quisiera que ese momento
fuera eterno. ¿Cómo haces? Hasta tu
presencia me quiebra, vuelve frágiles a mis rodillas. No te entiendo, sos como un
juego imposible de ganar. Un caprichito que me quiero dar. Te quiero tanto que
me duele no poder besarte, pero qué me importa, si ahora me estás mirando y no
hace falta mover los labios para demostrarte que compartiría con vos más que un
suspiro. Estoy segura de que no llegas a
imaginarte lo que provocas en mí, pero no tan segura de querer que lo sepas.
Quizá es mejor dejarlo así, a medias. Aunque sospecho que cuando te hablo te
das cuenta. Mi voz tiembla, se quiebra. A veces no encuentro la forma de hablar
sin querer dejar de gritarte lo que siento, pero por poco, me contengo. Me quitaste la
coherencia, el talento de saber disimular. Me arrancaste el corazón, y te digo
la verdad, te dejo hacer lo que quieras con él, no me importa; tenelo. Contémplalo. Se consciente de que me
había prometido no volver a pasar por esto, pero te convertiste en la mayor
excepción. El error más lindo.
Te quiero, con o sin
chance. Sos mi caso perdido, mi salvador anónimo. Te quiero, estúpida e infantilmente.
Sos como ese amor de nenes que carece de sentido pero desborda de emoción. Te
quiero, porque lo prohibido me atrae, me condena, me mata. Te quiero, porque me
consumís de la manera más hermosa: lentamente. Y no duele, lo disfruto. Preferiría perder esta apuesta y quedarme
varada en el medio de la nada, haber desperdiciado mil años y un día, pero poder tenerte en mi mirada una
última vez más.