martes, 8 de enero de 2013

Decir adiós es crecer


15973773648848431_wdkducxk_c_largesiempre en los días lluviosos. siempre con la lluvia viene una despedida. o después de un lindo día, toca el malo. por alguna razón desde que tengo memoria, amo los días tormentosos. el problema es que con cada lluvia sufro. o las ultimas veces fueron así. la ultima vez que le hablé, llovió. y la ultima vez que lo vi, llovió, pero no específicamente el día. recuerdo bien todo: el lugar, la hora, la fecha, el momento, sus ojos, mis ojos dentro de los suyos, y las palabras que nunca salieron. la oscuridad, el humo, el ruido... recuerdo bien el miedo, la angustia de saber que venía la despedida que tocaba. esa noche mis cielos llovieron. el suspiro abrió el suelo y caí de nuevo en ese pozo sin su presencia, con su esencia... con mis lágrimas, sin sus risas. los pocos ecos que quedaban resonaron en lo lejos hasta que se disolvieron en el olvido.
dos días después, en la tarde con sol de verano, de repente el firmamento se tiño de gris, tronó el inmenso plano azul, y los ángeles comenzaron a llorar. lloraban conmigo, lloraban con mi corazón alimentado de rencor, "los espasmos después del adiós". y el amanecer no dio pistas de su llegada en mucho tiempo, porque estaba pequeña, herida, maltrecha, inmune ante tanta lujuria, tanta soledad... hasta que cansada de gritar, sin voz, con un trazo de dignidad y sin un pedazo del alma, la cual se fundió a la suya, dije ADIÓS. porque decir adiós es crecer.

el sol salió, el oro brillo. y de a poco aprendí a volver a vivir sin mis lluvias, en la feliz sequía.
cada tanto caen chaparrones, típicos de la época, pero insignificantes para este árido desierto que es mi vida.


gracias Cerati, por enseñarme, inspirarme. por brindarme un poco de tu voz para mis letras.

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