viernes, 18 de mayo de 2012

El amor, el que te hace esperar, el que te hace soñar y vivir soñando. Si hay un dolor que nos gusta sufrir, si hay una enfermedad sin cura o una adicción sin fin, es el amor. Si bien todas las maneras de amar son distintas, hay tres que son tan comunes al punto de que cualquiera es capáz de reconocerlas:

El que lo tiene y lucha por conservarlo. Que todas las mañanas se levanta preocupado, pensando en que pasaría si no lo hubiese encontrado.

El que no lo tiene y lo vive buscando. Es errante pero persistente. Y todavía tiene las esperanzas de conseguir uno que le devuelva el sueño que a perdido en las noches de incesante desvelo.

El que no lo tiene y no lo tendrá. Ese es el que duele. El que trata de ser conformista con la realidad aún viviendo en sueños. El que vive matando el tiempo. Aquél que busca las oportunidades para seguir viviendo con la ilusión encendida. El que vive mirando y anhelando. El amor que duele es el que a pesar de que odie jugar, sigue apostando. El amor doloroso es el que vuelve a poner las manos en el fuego por una persona, y vuelve a caer pensando que alguien va a agarrarlo.
Y a pesar del correr de los años, igue esperando por el día que nunca llegará.

El amor, en medio de la fantasía y la realidad
En medio del dolor y la felicidad
En medio del color y la neutralidad. 








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