sábado, 8 de febrero de 2014

Heaven

Un último suspiro. Aquellos últimos fragmentos que saldrían de entre sus labios hacia al mundo, helando todo a su paso, dejando marcas en el aire con su aliento perfumado a despedida. Estaba tendida en la tierra cubierta de nieve. Sus brazos se encontraban extendidos, ambos mirando hacia distintas direcciones, y sus dedos, se movían al ritmo de una melodía silenciosa, mágica, que la invitaba a unirse a una danza de ensueño.  
Desde dónde se encontraba, las ramas de los árboles que alguna vez fueron verdes y ahora eran grises y tétricos, se empezaban a desvanecer. El olor al tinte rojo ya llegaba hasta su nariz morada. Un gusto a óxido le recorría la garganta. Sentía un sonido insoportable en sus oídos, aquellos mismos que alguna vez escucharon tantas canciones. 
Un gélido aire la estremeció.
De repente, el frío de la nieve ya no le helaba los adorados huesos. Al contrario, se encontraba sumida en un clima cálido que la abrazaba y la hacía sentir como en aquellos tiempos felices, dónde todo era color naranja y miel, dónde su madre le besaba la mejilla antes de dormir y colocaba moños rosados en las ondas de su rojizo cabello. 
Y la realidad la distrajo de su paraíso.
Abrió sus ojos, que estaban cerrados, como descansando, vagando en lo que su imaginación le obsequiaba como regalo de adiós. Con sus pupilas dilatadas, alcanzó a divisar dos luces, una roja y otra azul. Mientras se acercaban, se apagaban. Y todo se iluminaba. Su alrededor ahora era completamente blanco, brillante, sin árboles secos de invierno, sin colinas ni garabatos, sin puertas ni ventanas, sin maizales, ni edificios, ni hospitales. Sin enfermedades. 
La tierra se volvió algodón.
Su alma se despegó de su cuerpo, elevándose en el viento. Era libre, y volaba, se elevaba, se dirigía a dónde los árboles tenían color verde en sus copas. Y los pájaros cantaban. Dónde solo había momentos color naranja y miel. Y dónde no existía el mal ni la tristeza. Su propio mundo perfecto. Su cielo.
Sonrió.
Y beso la vida que dejaba, para volverse eterna.


Siempre me pregunté como sería el cielo, y como sería ir a él. Un final feliz para Susie Salmon.

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